Niños y adolescentes hipersexualizados
Cada vez, es más frecuente en nuestros tiempos, cierta tendencia a banalizar todos los aspectos de la vida humana; al punto que nuestra propia intimidad es muchas veces tomada, incluso por nosotros mismos, como algo trivial, que puede darse a ver, que puede compartirse sin límite alguno, sin importancia.
Hoy se puede decir cualquier cosa, mañana podemos afirmar lo contrario; nada es cuestionado, porque vivimos en un mundo donde todo es posible, donde el “tu puedes” abre la dimensión y sobre todo el empuje a que, con tal de conseguir lo que sea, la falta de escrúpulos en una sociedad que al fin y al cabo parece que trivializa todo, facilita esta dirección.
Es importante aclarar que no se trata de una cuestión moral, no es lo que me interesa proponer al lector, sino de pensar que muchos de los efectos y fenómenos a los que vamos asistiendo, nos muestran que ciertas barreras, que en otras épocas constituyeron bastiones, han ido cayendo y que tal vez ciertos hechos que ocurren hoy en día, merecen ser cuestionados para encontrar alguna solución a la medida de nuestro tiempo.
No hace muchas semanas nos sorprendió una información sobre la proliferación de la pornografía infantil, algo que está a la orden de día; sin embargo impactaba, una investigación realizada por agentes de la policía que había detectado cantidad de publicaciones de material sexual de niños y adolescentes. Fotos en actitudes provocativas, poses eróticas y algunos incluso masturbándose. Lo que más llamaba la atención era que en la mayoría de los casos habían sido los propios niños y adolescentes quienes se habían sacado y publicado en las redes, dichas fotos y que algunos incluso, habían consistido a ello, a cambio de algún tipo de regalo.
No hace falta mencionar el estallido expansivo sin límites en las redes, y el poco cálculo de los efectos psíquicos sobre los niños y adolescentes que se prestan a ello, como de los que lo consumen también. La hipersexualización a la orden del día no es sin consecuencias para nadie.
Cabe preguntarse entonces: ¿que significa esta precocidad de lo sexual ?¿ cual es el estatuto que convierte para estos niños- adolescentes, estos actos en algo banal, sin importancia?
Hay muchas cosas a pensar respecto a este hecho recién comentado. Muchos expertos hablan de la falta de conciencia de los niños y jóvenes, como también de no medir la trascendencia de las publicaciones en las redes. La necesidad extrema de los likes, el insuficiente control de los padres, etc.
Sin embargo, lo que me interesa destacar aquí, es un afecto que parece escasear hoy en día, que entiendo también, como un efecto del mundo devaluado, banalizado en que vivimos y por supuesto del imperativo al que todos estamos sujetos. Imperativo de no tener límites, salvo el de la muerte y verdaderamente no sé hasta cuando.
El afecto al que me voy a referir es a la vergüenza. Muchas veces mal entendida como obstáculo, porque supone cierto límite que se impone el propio sujeto.
Sin embargo, me interesa remarcar, que la vergüenza resulta un aspecto crucial de la subjetividad humana, una brújula que orienta que hay cosas de las que conviene resguardarnos.
Muy tempranamente Freud advirtió en un texto denominado “tres ensayos de una teoría sexual”, que por supuesto los niños no carecían de sexualidad y que en un periodo de la infancia llamado “periodo de latencia”, el sujeto infantil construía una suerte de diques psíquicos como cierto límite a la sexualidad, lo que permitía derivar, Freud utilizaba la palabra sublimar, es decir, destinar las pulsiones sexuales a fines más productivos, como por ejemplo el estudio.
Porque al fin y al cabo un sujeto que no puede orientar la excitación sexual, esa agitación corporal que a veces invade incluso el pensamiento, no encuentra la tranquilidad posible, necesaria por ejemplo para estudiar, trabajar, etc.
La vergüenza entonces, sería uno de esos diques psíquicos, no el único, pero si una de esas barreras que imponen límites, necesarios a la vez, para el encuentro con los otros.
La vergüenza nos indica también que no todo puede darse a ver; tememos incluso a veces “ser descubiertos” lo que nos hace detener y tal vez pensar de la consecuencia de nuestros actos.
Cierta responsabilidad subjetiva se impone; vergüenza y mirada tiene una estrecha relación.
La hipersexualidad infantil nos muestra que algunos de los diques psíquicos han caído y por tanto merece la pena ser tratados.
La clínica con niños y adolescentes nos enseña que cuando falta algo de esto, las dificultades aún son mayores.
Una justa dosis de vergüenza es necesaria.
Ruth Pinkasz
Artículo publicado en el diario información 01/06/2019
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