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El aprendizaje en sujetos autistas(*)

El aprendizaje en sujetos autistas(*)

Aprendizaje en los sujetos autistas

Recientemente escuchaba a una profesora de idiomas ser interrogada con gran incredulidad por sus colegas, acerca del método de enseñanza que utiliza en el aula con un sujeto autista, de 14 años, en una escuela pública.

En esa clase, como en buena parte del sistema educativo español, se impone la diversidad como un imperativo en aulas ordinarias. Se trata de asegurar la convivencia entre jóvenes no diagnosticados con otros, nombrados bajo el diagnóstico de Trastorno del Espectro Autista. Conviene detenerse en lo que comentaban con gran asombro los docentes: solamente en esa asignatura, el joven consentía a la escritura. Y no sólo eso, sino que por la misma razón misteriosa, esta profesora consiguió que este adolescente pudiera ser examinado trimestralmente, con pruebas diseñadas de manera exclusiva para él.

¿Cómo fue posible obtener una respuesta, aunque sea escrita, en alguien que hasta ese momento parecía ignorar las demandas del entorno? ¿Cuál ha sido la diferencia en el método de enseñanza?

Esta profesora comentó al resto de sus colegas algo esencial: se dio cuenta que entre las estereotipias y balbuceos reiterados, el joven escuchaba, aunque pareciera no prestar atención. Desde ese momento, se dedicó a dar su clase sin dirigirse a él especialmente, pero trayendo ocasionalmente a colación los temas que había notado, despertaban la excitación motriz del joven: los coches. Es decir, que en cada selección de temas curriculares, del universo de las poesías, prosas y figuras retóricas que debía dar, tenía la precaución de incluir temas relacionados al mundo del motor. Dicho de otro modo, para poder entablar con ese adolescente un mínimo intercambio, la profesora tomó en cuenta el interés restringido de ese adolescente y en función de ello organizó sus clases. Como se ve, es una posición radicalmente opuesta a la que suele ser convencional en la educación académica: aquí el alumno decide que es lo importante.

Pero también- y ello es fundamental- la profesora “dejó de esperar”. Por supuesto que en la selección de textos había una intencionalidad, pero consiguió que ésta causara su efecto silenciosamente mientras él daba la clase. Su modo de hacer, fue relacionar el tema junto a otros, más o menos distantes del principal. Si un día se leía un texto donde aparecían coches, la siguiente vez los barcos eran el objetivo, más tarde los trenes y luego las bicicletas, para que a través de la particularidades de los medios de transporte que enseñaban los textos; la alusión, esa manera indirecta de decir sin decir, convocara su atención.

Para la segunda mitad del año, el interés por los coches de este adolescente, continuaba tan vivo como al inicio, así que fue el momento de incluirlos bajo otra forma: relacionando el uso de los coches y otros medios de transporte, en los países de la lengua que enseña.

Si esta experiencia que comento es una verdadera enseñanza para quienes trabajamos con  sujetos autistas, lo es por la intuición magistral de esta profesora, que ha captado que en el rechazo acérrimo al mundo exterior, siempre hay una brecha, un área de interés donde la satisfacción del sujeto autista se pone en juego.

Esta profesora estaba advertida de con la metodología estandarizada para estos casos, que impone ir de la fotografía al pictograma con la esperanza de acceder a la palabra escrita, y más tarde al habla; se había pasado por la infancia sin la más mínima posibilidad de interacción.

Podemos preguntarnos: ¿por qué el sistema educativo suele fracasar con los sujetos autistas? Porque aún con variaciones, podríamos condensar en una descripción simple a los distintos modelos educativos: “Se espera que…..”. Cuando los sujetos autistas perciben que se espera algo de ellos, se defienden aislándose aún más, ya que ni psíquica ni físicamente tienen con que responder a las demandas. Más bien lo contrario. Las pretensiones ajenas sobre ellos, son vividas de manera mortífera. Como si sus cuerpos pudieran desaparecer ante los deseos de los demás.

Volvamos a preguntarnos: ¿cómo incluir entonces a un sujeto autista en un sistema, el educativo, en el que no quiere ser incluido? Como nos enseñó este adolescente que pudo acceder a la escritura de otra lengua, sólo para nombrar lo que a él le interesaba; si hay una inclusión posible, ésta pasa únicamente por respetar de manera absoluta la particularidad que él imponía: hacerle lugar a los coches.

Como se ve la pretensión de normativización de la institución educativa estalla ante ellos. No es sencillo para los educadores, soportar la evidencia continua de que estos alumnos no se dejan enseñar y que peor aún, rechazan el medio fundamental con que los docentes se sostienen en la enseñanza: la palabra. Pero si maestros y profesores, consiguen soportar esa angustia y pueden colocarse a una distancia suficiente para dar oxígeno al interés particular del sujeto autista, en vez de asfixiarlo; lograrán que ese niño o adolescente, abra una pequeñísima ventana al exterior.

No es todo, pero es un buen comienzo el de dejarse enseñar por sujetos sin palabras. Los sujetos autistas proponen, cada uno a su manera; la buena noticia es que los docentes pueden disponer en la misma dirección.

 

(*) Artículo publicado en Éxtimo Nº 3.Boletín del Instituto del Campo Freudiano en Alicante: http://mailchi.mp/152e39980aaa/boletn-extimo-alicante

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