La violencia doméstica en los niños
Recientemente ha sido aprobada en el congreso de diputados por una amplia mayoría, la ley de protección frente a la violencia en la infancia.
Por fin, los políticos se han puesto de acuerdo en producir una reforma frente a un problema sustancial, como el derecho a preservar de alguna manera, a través de un marco legal más preciso y en la dirección de acciones amparadas en dicha legislación, un lugar de acogimiento y respaldo para ese niño o niña, en la medida que existiese alguna sospecha de violencia ,cualquiera sea su forma, en la familia o dispositivo en el que habite.
Sabemos que el “cachorro humano” necesita de figuras primordiales, llámese madre, padre, etc para constituirse como sujeto, y en ese proceso de construcción, sus primeras experiencias infantiles en el seno familiar, serán suficientemente determinantes para producir y favorecer su posición como adulto, que le posibilite o no, orientarse como sujeto responsable, y con cierta satisfacción y cierto acierto respecto a sus elecciones de vida.
El marco familiar nunca es perfecto, los que trabajamos en consulta psicológica podemos testimoniar de ello. En la historia que construyen los pacientes en relación a sus vidas, vemos transitar ese proceso de construcción antes mencionado, y aunque muchas veces no recuerden aspectos importantes de la infancia; sin embargo puede deslizarse en su transmisión, los aciertos, los desaciertos, los tropiezos, los amores, las diferencias, el odio, a veces el rechazo, que ha sido caldo de cultivo en el entorno en el que han nacido y que no ha sido sin consecuencias; sean estas, tanto positivas o negativas para esa persona en cuestión.
Freud ya decía que la normalidad no existe, buscarla es ya una utopia, nadie está exento de cierto sufrimiento; es parte del proceso de la vida, y ningún marco familiar puede garantizar, que ciertas cosas ocurran o que el niño nacido en ese entorno no tenga sentimientos encontrados, porque todos los tenemos.
Sin embargo la pregunta que se impone es ¿que sucede cuando el sufrimiento es efecto de violencia , una violencia que se presenta de manera descarnada, no da tregua e inunda la llegada al mundo de un sujeto ?
Si hay algo que podemos decir, es que la devastación psicológica es brutal; para que el sujeto se adhiera a los otros de la buena manera, necesita en primera instancia un marco que lo sostenga; un rechazo deviene rechazo radical, y ese niño será entonces un objeto, entendido esto en su sentido literal, y por tanto sin recursos subjetivos para avanzar; efecto de la manera en como ha sido recibido e invadido de lo que podríamos denominar pulsión de muerte; entendida ella, como un modo destructivo y auto destructivo de funcionar.
Pero sin ir a los extremos, aunque todo acto de violencia siempre es extrema, por el hecho de exceder un límite, la variabilidad de modos en la que se presenta, es sin duda algo que hay que revisar caso por caso. La generalización pierde relevancia cuando se trata de encontrar explicaciones en la clínica de la salud mental o mejor dicho en el sufrimiento que los sujetos denuncian o por ejemplo traen a las consultas psicológicas; si pueden acceder a ellas.
Si hay algo que aplaudo de la nueva ley es la necesidad absoluta de escuchar a los niños susceptibles de pasar por procesos de agresión. Si bien no es fácil, poner relevancia en esta posibilidad, da un margen de cierta protección al desamparo que se añade cuando encontramos la ausencia de un espacio de escucha.
Ahora bien, esto no es fácil, la capacidad de dar un tiempo esencial a un niño o niña, para que pueda desplegar a través de las palabras, el juego, un dibujo, un acto, un comportamiento, etc, lo que acontece, es de fundamental importancia, y una escucha orientada y no prejuzgando se impone como crucial.
Destaco solo dos razones de tantas otras, que complican la intervención:
Una, que el niño o niña, en muchas ocasiones silencia lo que ocurre o porque no tiene recursos simbólicos para explicarlo, en el sentido que aún está dentro de la situación traumática; no se ha producido cierta distancia emocional de ello, que permitiera articular palabras, o también porque un sentimiento de culpa atraviesa su explicación. Aunque por supuesto el niño no tenga implicación alguna. La culpa es sobre todo irracional; responde a otros parámetros a analizar.
Dos; porque en muchas ocasiones se piensa que el niño o niña miente o exagera; sin entender que en eso que el sujeto enuncia, aunque lo complete con cierta ficción; incluso a veces como defensa misma, hay que tratar de escuchar que más quiere decir, en eso que está diciendo o expresando por algún medio o recurso del que disponga. Si no es así; estamos abocados al fracaso.
La importancia de una escucha orientada implica sabe leer entre lineas que ocurre allí, sin posicionarse y ubicarse del lado de salvador o salvadora; cosa que requiere de estar advertidos; esto también es parte de nuestra ética profesional.
Ruth Pinkasz (rdpinkasz@gmail.com)
Artículo publicado en el Diario Información de Alicante el 01.03.21
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