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Hablemos de des-tetar

Hablemos de des-tetar

Una de las acepciones del prefijo “des” señala el desalojo  del “exceso”. ¿De qué exceso hablamos cuando lo hacemos en referencia al destete?.

Más allá de las virtudes del amamantamiento referidas a lo inmunológico y al buen lazo que se establece entre el niño y la madre, muchas veces olvidamos que el destete es uno de los actos principales en la constitución subjetiva del niño. Es el primer acto donde el niño tendrá la oportunidad de traspasar, sublimar una tensión vital y transformarla en intención esencialmente dirigida hacia los otros, más allá de la madre.

Este primer acto, príncep en el desarrollo del niño, es un acto traumático como lo es el mismo hecho de hablar y estar atravesados por el lenguaje. No hay programa prefijado, como en los animales, para hacernos precisamente con estos actos del orden del trauma. No hay instinto entonces posible, en cambio hay formas particulares, inventos singulares para hacernos con lo traumático. A ellos se apunta con el destete y en ello reside el primer acto subjetivo del niño.

Sin embargo hay un imperativo actual, muy próximo a la maternidad contemporánea que es el traspaso del destete sin trauma, sin conflicto. Es un imperativo basado en la culpa, donde la madre podría adaptarse de manera armónica a las necesidades del recién nacido, atravesando la lactancia sin conflicto alguno. Un imperativo que recae sobre madre “buena” o madre “mala”. La moral, con la que acarreamos, muchas veces nos juega una mala pasada. No se trata tanto de madre buena o mala, sino quantum de madre hay, ya que en muchos casos el destete se trata más de la dificultad de separarse de la madre del niño que del niño con respecto a la madre. ¿Será sobre este exceso que se juega el destete?.

Apuntemos entonces dos funciones primordiales del destete, por un lado la parcialidad de la satisfacción pulsional ( no comemos solamente para satisfacer el hambre, el alimento tiene otras representaciones para cada uno, nos calma en momentos de angustia por ejemplo) y por otro lado la función social que conlleva pasar de lo primordial materno dirigiendo la mirada a otros más allá de ella.

“Mi hijo come mejor en el comedor que en casa”: Muchas veces el destete se produce más allá de la lactancia y se relaciona con los alimentos sólidos. Pero en todos los casos nos señala que la incipiente separación se orienta hacia el vínculo con los padres, que tiene un sentido más bien psíquico y que el alimento simboliza no solo ese vínculo, sino el ejercicio en la ambivalencia afectiva del lazo, del rechazo y la posible separación con ellos de la buena manera.

“No estás alimentandote, estás jugando”. Una momento inicial del destete se comprueba en los usos que el niño realiza con respecto al pecho materno. En muchas ocasiones lo solicita para luego girar el cuello y lo desprecia, o bien que muerda el pezón así como comer para luego vomitar. Un momento de negación y rechazo al alimento que marca el incipiente desplazamiento de lo materno, precisamente para trascender a esa relación.

Trascender esa relación niño-madre, a partir de una insuficiencia vital ( el niño seguirá dependiendo vitalmente de ella) coloca a éste en una coyuntura de sublimar, de crear, de generar un invento singular con esta inicial experiencia de lo traumático. Es decir que de la frustración y lo traumático se ofrece al niño a realizar su primer acto subjetivo, su primera invención con respecto a lo emocional. Allí radica la importancia del destete, como oportunidad de crecimiento, como reconocimiento mismo al niño como sujeto más allá de la imago materna. Esto es precisamente lo que posibilitará hacer lazo con los otros que lo rodean. 

¿De qué exceso hablamos cuando se pone en juego el des-tete? Del deseo de la madre, aquel que no puede presentarse si no es con una cuota de exceso. Aquel que confunde con la “madre ideal”, con la madre todo amor, sin fisuras ni conflicto, entregada absolutamente a la tarea misma de la maternidad.

El des-tete, entonces, por el lado del niño será una gran oportunidad de crecimiento, motorizado por el trascender a la relación con la madre. Por el lado de la madre pondrá en tensión que hay en ella más allá de la maternidad y de ese deseo que excede. Una respuesta posible sería que la mujer que la habita es lo único que pone tope a lo materno.

 

Carolina Salinas (salinasjauregui0@gmail.com)

Artículo publicado en el Diario Información.

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