Enter your keyword

¿Por qué algunos hombres maltratan a las mujeres?

¿Por qué algunos hombres maltratan a las mujeres?

Desde los celos hasta la violencia, de la pasión a la indiferencia, de la infidelidad a la culpa, de la imperiosa necesidad de pareja como antídoto a la soledad a rupturas continuas, de la atracción voraz a lazos casi fraternales. Cada pareja se modula en un lazo invisible a la mirada externa pero también, a duras penas ese lazo puede ser nombrado por los propios protagonistas. Sólo cuando el malestar en la pareja irrumpe, es cuando se puede comenzar a nombrar algo de ese ‘entre dos’.

Hoy en día es quizás más cruda la evidencia de que el amor no basta. Nunca bastó para hacer pareja. Y sin embargo, es mejor que esté presente porque sin amor en la pareja, no sería posible tolerar lo más íntimo de uno mismo en el partenaire y lo mas íntimo del otro que se deposita en uno. El amor, mas allá del espejismo inicial, recubre lo que falta en cada uno de los amantes, ofreciendo en un comienzo la dimensión del engaño. Ya habrá tiempo para deshacer el entuerto de las marcas inconscientes con las que cada integrante de la pareja llegó a la cita.

Esa dimensión del engaño bien captada está, por los creadores de múltiples aplicaciones tecnológicas que prometen “encontrar el amor” promoviendo la ilusión del encuentro desde la compatibilidad de rasgos. Se apela a la igualdad, a la semejanza, para complementar al sujeto con lo mismo que ya tiene, sin tener en cuenta que en el encuentro siempre emergerá la más nítida de las diferencias: se trata de otro cuerpo!  Ojalá bastara con encontrar el amor. Una vez hallado, hay que soportarlo.

Recuerdo como una paciente me explicaba lo que acontecía entre ella y su pareja. El mecanismo es simple, decía: “primero me cela, luego se enfada y me insulta, y después me deja de hablar durante días. Y ya por fin cuando me ve por los suelos, encantadoramente, hace como si nada hubiera ocurrido”.

Esta relación sostenida durante más de una década, se consolidaba en ese círculo vicioso. De más está decir que esta mujer ya sabía lo que tenía que hacer, había sido asesorada numerosas veces en instituciones que luchan contra el maltrato, voluntad le sobraba en cada intento de separación pero finalmente ella volvía a su lado, soportando los ataques de ira de su pareja que la deshumanizaban.

Por tanto, aunque el amor es condición deseable, no es lo único que hace pareja.

La incuestionable condena que merece el maltrato en todos sus órdenes, desde las formas más violentas hasta las mas veladas de la indiferencia, pasando por las vejaciones e insultos, no debería impedirnos ver que lo que este hombre hacía para poder “amarla”, era tratar de reducir previamente a su pareja a la condición de desecho.

Si era necesario este paso previo para poder acercarse a ella, era sin duda, por la incapacidad de este hombre para soportar lo que una mujer representa: una diferencia radical respecto de él mismo. Podría parecer simplista decir que una mujer es lo más antagónico posible a un hombre, pero no es en lo simbólico donde encontramos la principal diferencia, sino en los modos de satisfacción que gobiernan a cada uno, hombre y mujer. Es la impotencia del hombre para saber hacer con una mujer, lo que lo lleva a denigrarla hasta neutralizarla, hasta que ella pierda, forzadamente, los signos de lo femenino. No es casual que los primeros ataques del maltrato se dirijan a la forma de vestir, al maquillaje, a los gestos supuestamente seductores, en definitiva, a todo aquello que es señal de feminidad. Los maltratadores son hombres con una virilidad muy débil. No pueden ejercer de hombres por sí mismos, a menos que destruyan lo que perciben como su amenaza, lo femenino, para poder sostener su posición masculina.

Y respecto a la pareja de este hombre ¿por qué toleraba los insultos y el desprecio? Para ella se trataba también de un rasgo entramado en su historia personal, pero alejado de cualquier masoquismo. Esperaba encontrar en él un signo de amor que nunca se satisfacía. Por el contrario, la permanente decepción era lo que la hacía volver esperando que en algún momento, luego de cada maltrato, él se aproximara por el efecto del arrepentimiento, al amor que ella idealizaba.

Como se ve, los finos hilos que se tejen en cada pareja no son educables ni preventivos mediante formación; ni el sistema judicial basta por sí mismo para limitar lo que se satisface, a veces, en las peores condiciones en cada pareja. Será necesario para salir de la posición de maltrato, al menos que una de las partes se atreva a averiguar con ayuda profesional por que el maltrato se  ha tornado para el o ella, condición de amor.

Lorena Oberlin Rippstein.

 

ARTÍCULO PUBLICADO EN EL DIARIO INFORMACIÓN

No Comments

Add your review

Your email address will not be published.