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La difícil relación entre madres e hijas.

La difícil relación entre madres e hijas.

Rápidamente, para ilustrarlo:

“Está claro que te quiero”, dice una madre. “¿Pero me aprecias?” pregunta con agudeza su hija de 17 años, tras probarse un vestido que no le pareció apropiado a la madre.

En ese brevísimo recorte de la película americana Lady Bird, estrenada en 2018 en España, la respuesta materna no llega, obturada por un denso silencio. Y veremos a lo largo de todo el filme que no es porque a la madre le falten palabras para nombrar a su hija o lo referente a ella precisamente, sino que no puede responder allí porque esa pregunta encierra algo que ella misma, la madre, desconoce.

Hay que decir para quien no la ha visto, que la película es un catálogo de diálogos ambiguos, molestos, feroces por momentos, cómicos en otros. Vista de cerca, la vida de la hija está atravesada por una especie de hilo rojo que la enreda insistentemente a la madre, al punto de condicionar sus elecciones vitales, las propias de todo adolescente. Pero lo que resulta interesante es observar como la madre también está atrapada en la misma madeja.

Lo que vemos en la película es lo que la clínica nos muestra tantas veces: no hay nada simple en la relación madre e hija. Ese vínculo, en mayor o menor medida, mostrará en algún momento para las dos, la marca de la decepción.

Contrariamente a lo que se cree, el amor entre madre e hija tan indispensable, no es en absoluto suficiente para garantizar una relación tranquila entre ambas. Y mucho menos, cuando el amor toma los tintes del exceso.  Lo vemos, por ejemplo, cuando el lugar idealizado que una hija muy deseada puede llegar a ocupar, es desbaratado a conciencia por la misma hija. También sucede cuando la comunicación funcionó durante un tiempo brindando un confortante refugio a las dos – esa comunicación que tanto se prodiga actualmente como receta infalible de vínculos saludables-, pero como las palabras tienen un límite para nombrar lo que acontece entre ellas, de pronto, la comunicación se quiebra.

No es necesario que la madre cumpla demasiado mal su función para que esto suceda.  De lo que se trata es de que, en algún momento, la hija se ocupará de hacerle saber a la madre que tanto lo que ella es como lo que hace, a su hija le resulta apasionadamente reprochable.

También suele suceder en casos de ausencia, donde la madre se ha desvinculado de la hija por alguna razón: con el asidero de la realidad, aún más el reproche y la decepción hacia la madre se instalarán de manera insidiosa. 

Es decir, que tanto por la vía del más o del menos, el reclamo llegará a instaurarse entre las dos.

Lo que la película muestra maravillosamente bien son los múltiples ensayos que la madre hace para sortear lo que ella vive también como una decepción porque finalmente esa hija no responde como tal, es una hija que no se conforma con el lugar de hija asignado.

Así es como las madres entran en un campo minado de contradicciones donde suelen extraviarse: pueden mostrarse exigentes hasta el hartazgo en cuestiones cotidianas, rozar la tiranía siendo implacables con los fallos de la hija o indiferentes a sus intereses – que es la forma velada de la intolerancia que la hija le provoca- o, como la madre de Lady Bird, mostrar el sombrío rostro del sacrificio, haciéndole saber “cuánto de madre de más” tiene que ejercer por ella…como se verá, la peor respuesta posible.

Finalmente entonces, ¿por qué pugnan? ¿A qué obedece esta desesperada cinchada?  A que la hija presentifica de manera muy precisa, como no lo hace un hijo varón, otros territorios que habitan en la madre. La hija convoca a la madre, a que le transmita como hace en la vida  para arreglárselas con otras esferas que no conciernen a sus hijos estrictamente, a que le transmita como se las arregla con su lado femenino. Pero para una madre, muchas veces, su propia feminidad es desconocida y ver insinuada en la hija esa feminidad, evoca lo que ella misma no tiene resuelto. Éste es el hilo que las tensa: que la madre pueda soportar o no, lo femenino que la hija representa.

Lorena Oberlin Ripstein

Publicado en el Diario Información el 2/02/2019

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