El después del día de la mujer. ¿Cómo afecta a los lazos amorosos entre hombres y mujeres?
No hay duda de que el 8 de marzo de estos últimos años, ha hado un giro a la historia.
Hay todo un movimiento reivindicativo de la mujer que cobra fuerza y porque no vida, en el sentido que vitaliza a una masa bastante adormecida de lo social, suficientemente descreída de la política y los políticos del mundo.
No hay duda tampoco que cuestionable o no, a favor o en contra, implica un antes y un después para el canon de la mujer de hoy y porque no para lo que constituían los valores y preceptos de los hombres en su conjunto.
Sin duda, sin vuelta atrás algo del lazo entre los sexos también está cambiando o por lo menos algo del puzzle o del rompecabezas que establecía las formas de relación en las que transitábamos los seres hablantes, va mutando.
La intromisión de las tecnologías han ido favoreciendo de manera masiva las nuevas formas de encuentro, y por supuesto han ido incidiendo en la dirección y la variación de la subjetividad humana, propiciando por ejemplo, encuentros furtivos donde la posición sexuada se ha ido mostrando diluida o en vías de disolución.
Hombre y mujer quedan supeditados a esas reglas de juego donde una suerte de encuentro rápido ha venido a exaltar la impotencia de los cuerpos para encontrarse.
Otras veces la degradación del amor, o cierta falta de creencia en el encuentro amoroso, ha impedido poner un velo necesario a la brecha natural que separa hombre y mujer, haciendo de lo imposible de la relación, una imposición del uno sobre el otro, una suerte de privilegio de poder, o un fracaso anunciado.
Sin duda los lazos van cambiando, y tal vez la idea de la discordia entre los sexos, alentadas por el choque de algunos discursos actuales que entran en oposición, han venido a alimentar esa fractura.
Muchos discursos extremos y totalitarios no permiten entrever que tal vez sería más interesante para hombres y mujeres, más allá de pensar y sentir diferente, encontrar la forma más que de acallar la palabra de las mujeres, de abrir sendas. Caminos para cruzar diferencias, ahí donde la alteridad radical que nos habita, nos permita condescender de alguna manera al encuentro y también al desencuentro, entendido este último, como una realidad estructural entre los seres humanos puesto que nada encaja a la perfección, pero sabiendo que eso no invalida encontrar una solución a la medida de cada uno.
Una mujer es enigmática para si misma, ni ella misma puede descifrar el secreto que las habita.
El psicoanálisis nos enseña que algo de lo femenino permanece oscuro tanto para el hombre como para la mujer, y es en eso desconocido, que radica una alteridad irreductible que ambos sexos no pueden, ni deben silenciar.
Esta alteridad viene a decirnos y porque no a advertirnos que en muchas ocasiones el rechazo o descrédito que se impone a la mujer, y que hay que decir, también enaltecen algunas mujeres, no es otra cosa que la idea de homogeneizar toda forma de pensamiento, toda forma de sentir, toda forma de gozar, introduciendo al final una brecha mayor, desconociendo verdaderamente que el secreto radica, en la posibilidad de hacer de esa alteridad un motor del encuentro.
Sin duda hay que escuchar a las mujeres, poco hemos comprendido hombres y mujeres si eso no es tomado en cuenta.
Sin duda los lazos amorosos van cambiando; es una evidencia de la vertiginosidad de nuestro tiempo, pero también una prueba de que esa voz pueda ser oída; porque es entonces cuando tal vez, podremos aceptar esa discordancia entre los sexos y quizás poder ser, un poco mas atinados a la hora de nuestras elecciones amorosas.
Ruth Pinkasz
Artículo publicado en el Diario Información 16/03/2019
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